En un lugar de la mancha naranja del mapa de riesgo del norte de Milán, ahí, estoy yo, encerrado, sin poder salir del edificio. Intento mantener la calma entrenando para la carrera del "Empire State Building". Subía los diez pisos sesenta veces al día. Coloqué en el espejo del ascensor un aviso. Que si oían mis carreras subiendo y mis resoplidos bajando supiesen que era yo, entrenando, y no se asustasen. Hoy alguien arrancó el cartel. Y me planteo, seriamente, si no será mejor dejar de entrenar, no vaya a ser que no esté el pasillo para bollos.
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