Granizo. Repentino. De un segundo a otro, como si el cielo quisiera vengarse de los de aquí abajo. No duró más de uno minuto y después volvió el vacío de la ciudad confinada. Presas en sus propias casas, las familias iban olvidando el color de la libertad. Detrás de la máquina de escribir se encontraba, desierta, la esperanza. Mis dedos se movían por las teclas y el gris de las letras brotaba entre truenos y relámpagos. Alcé la vista, y tras una ventana, un arcoíris de acuarelas y manos de niños declaraba: "Todo saldrá bien."
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