NI GANADORA NI VENCIDA.
Tenía la impresión de tener todo bajo control: las armas, la defensa, las palabras adecuadas y los sentimientos.
Cuando le tuvo enfrente y la miró a los ojos, las armas se deshicieron en sus manos, la defensa se cayó de su cuerpo, confundió todas las palabras que tenía pensado decirle y los sentimientos afloraron al mismo tiempo que las lágrimas cuando le cogió de las manos.
- Lo siento.
- No pasa nada, papá.
Soltó sus manos y sabiendo que ni había ganado ni perdido la batalla se marchó.
antelahojaenblanco.
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