¿Hubo alguna mente lo bastante férrea como para resistirse a personificarla?
Yo la imaginé pertrechada de una prominente ortodoncia que exhibía a carcajadas —se desternillaba porque planeaba enfundarse a nuestra costa unos sofisticados brackets invisibles—. Con la zurda sostenía una piruleta. La trituraba a dentelladas mecánicas. ¡Una niña atroz! Anhelé tirar de sus trenzas hasta hacerla llorar. ¿Quién mantiene la sangre fría ante la amenaza, eh? ¿Quién?
Confieso: mis fantasías se desmadraron. Por completo. Cabalgaron lejos y cruzaron las famosas «líneas rojas». Su cuello cedió lábil entre mis manos, la cara se amorató, sus ojos suplicaron clemencia. Mis dedos crispados apretaron otro poco más, ellos transformaron en tragedia griega su muerte, la muerte de la prima de riesgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.