Intentó suicidarse con una pistola de agua disparándose a la sien,
luego ingirió tres pastillas de paracetamol, coqueteando
peligrosamente con la sobredosis y, finalmente, intentó cortarse las
venas con un cuchillo de restregar mermelada. Por fin se le ocurrió
que podría morir más fácilmente si aguantaba la respiración veinte
segundos.
Sólo consiguió erradicar su jaqueca con las pastillas y procurarse una
tos momentánea al ingerirlas sin líquido, refrescarse un poco la
frente en el fragor de la siesta y unas muñecas dulces en las que se
paraban las moscas.
Su novia, tras presenciar tan patético número, le dijo al fin: ¡Anda,
Paco, no hagas más el tonto y vámonos a las fiestas de tu pueblo, que
todavía llegamos!
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