Todas las tardes, después del colegio, Quique corría a la playa y jugaba con su cubo y su pala a hacer castillos en la arena. Si el mar había acabado con él, construía uno nuevo. Si quedaba algún vestigio, lo mejoraba. Una tarde, observó que su castillo había quedado intacto a pesar del oleaje. Lo miró largo rato y regresó a casa corriendo. Y así durante varios días. Hasta que, finalmente, Quique cogió agua marina con el cubo y lo echó encima del castillo, desmoronando así, su propia obra. Sonrió y volvió a rehacerla.
jueves, 25 de febrero de 2021
Castillos de arena (L.W. Maltés)
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