La primera vez que le hablaron del libro, únicamente sintió curiosidad. Cuando escuchó la misma historia de nuevo, comenzó a buscarlo. En sus ratos libres recorría los interminables pasillos de la centenaria biblioteca. Con el paso del tiempo, el deseo se convirtió en obsesión. Nunca estaba en su mesa de trabajo. Consumía las horas del día en recónditas estanterías y olvidadas salas de almacenaje. La última vez que le vieron caminaba deprisa por la gran sala. Sonreía. El vigilante jura no haberle visto salir del edificio.
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