Y el Creador, en su afán de venganza, partió cuatro sellos y cuatro jinetes cabalgaron libres y sin control.
La temida peste inundó la tierra de enfermedad y dolor. La despiadada guerra enfrentó a desconocidos por el control. El hambre, de necesaria condición, albergó entre sus garras a desfavorecidos por inanición. Y la cruel muerte persiguió la vida desde el momento mismo de su concepción.
Y el Creador fue entonces consciente de su error, fundió los fragmentos de los cuatro sellos y dio lugar a un nuevo y gran cuño cuyo equilibrio dotaría al mundo de amor, amistad y perdón.
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