Me aventuré a alcanzar uno de aquellos libros, era el quinto intento desde que llegué a aquel escenario. Cuando crucé aquella puerta tallada con motivos ornamentales, nunca imaginé el espacio que me aguardaba, una sala hexagonal cuyas paredes se revestían de inmensas estanterías repletas de libros. Ninguno presentaba un lenguaje inteligible, tras el abandono y el nuevo rescate de otro, la angustia me apresaba, la leyenda de Babel se hacía eco. La alarma sonó, encendí la luz de la mesita, allí apilados aparecían los tres libros en los que andaba enfrascada, un pensamiento fugaz me despertó, ¡nunca sin mis libros!
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