Ahí estaba, golpeándose contra las rocas. Hinchado de un terrorífico azul.
— No te han protegido mucho,
marinero. — dijo Oliver mientras le arrancaba los aretes de sus maceradas orejas.
—!Dios Santo pesan un quintal! , bien te hubieran pagado un honroso funeral... pero no lo harán— masculló entre dientes. No temo tu espíritu , donde quiera que esté , me podría acompañar bebiendo en oscuras tabernas durante toda la eternidad. ¡Viejo! , sé que caminaste apestando los mares, y a muchos abandonaste en yermas rocas, muertes agonizantes no te pesan, pero ahora toca brindar por tu glorioso futuro.Pronto apestarás en el fondo del océano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.