LA UÑA
Bajo el calor sofocante de un amanecer de agosto, una uña rojiza colgaba del cielo queriendo recoger los primeros rayos de luz. Marta conducía de vuelta a casa pero no sabía si estaba lista. El dolor subía y bajaba como la carretera, a veces deslumbrándola, otras como una sombra oscura.
Tantos hoteles, tanto abrir y cerrar maletas desdoblando la nota que su madre le había dejado y que ya era apenas ilegible: «Disfruta de la vida. Cuéntame todo lo que veas. Y vuelve cuando estés lista».
Quizás había llegado el momento de volver a casa. Finalmente se sentía bien.
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