Lo miró fugazmente, casi de reojo. Pensó cuánto tiempo llevaría caminando por la ciudad, revisando bolsas. Observó al pequeño que lo acompañaba. Imaginó a su hijo en su habitación, jugando. Por un instante olvidó su cansancio agradeciendo tener un buen trabajo.
Dejó por un momento su tarea para observarlo. El traje y la corbata le parecían un disfraz incómodo, caluroso. Se preguntó si simplemente cenaría y se iría a dormir a la espera de otro día igual. Olvidó su cansancio agradeciendo haber compartido todo el día con su hijo.
Ninguno de los dos pudo evitar sentir pena por el otro.
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