Con manos temblorosas y sudor frio, escurriendo por la frente y la nariz, sus ojos se desorbitaban en cada mirada al espacio, de repente un abrupto ruido callo el intolerable silencio, las ventanas chirriaban, las lámparas se balanceaban, podían percibirse golpes que atormentaban las paredes, objetos cayendo sobre el suelo, algunos se rompían en su frágil lasitud, y de repente un silencio, que parecía generar calma, sin embargo, el ruido atacó sádica y ferozmente, reventando las columnas, partiendo el suelo, destrozando las ventanas, derrumbando todo, destruyendo, sin mas que la penumbra del polvo de la devastación, de pronto un silencio.
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