Fue… En otro tiempo: cuando nadaba en oro y me bañaba en aplausos. El afecto me perseguía, engalanado de respeto y admiración, impregnado de deseo. Mis carísimos zapatos italianos se deslizaban con elegancia por aterciopeladas alfombras coloradas… Era intocable, poderoso e irresistible. Casi un dios.
Recordar aquella época, mientras me froto un dedo del pie mugriento y cubierto de ampollas, que se escapa de un calcetín andrajoso, no logra reconfortarme, solo hace que comprenda que nunca fui nada parecido a un dios; solo un mortal más. Que vive entre cartones: la vulgar sombra de lo que un día fue…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.