La batería del teléfono llegó a 0 y, por un instante, creí reconocer el rostro que dibujó la pantalla. Se parecía a mí, aunque eso fuera imposible. Allí siempre aparecía sonriente, alegre, feliz. La imagen a la que me enfrentaba, blanco sobre negro, era cambiante, imperfecta, humana. Cuanto más me fijaba en ella, más reflejada me veía; y acabé comprendiendo que… Un segundo, que me acaban de responder a una story.
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