Amor mío, miénteme
Por Alicia Doval
Su paso intentó ser firme, porque era importante que él, condenado a vivir entre sombras, no distinguiera la decadencia de su mujer. Se sentó ante el piano y acarició las teclas, marfil y ébano, que fueron sus compañeras durante tantos horas de apasionado estudio arrebatadas a la vida, en busca de una perfección que ahora se demostraba inalcanzable. Pulsó el botón del reproductor y la música inundó la sala, mientras sus dedos artríticos recordaban a la pianista que nunca volvería a ser. "¡Bravo! ¡Magnífica!", gritó él para disimular el leve roce de la cinta que su oído aún perfecto oído captó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.