El rey observaba la batalla desde la retaguardia, rígido y esbelto esperaba la inminente derrota. La caballería atacaba sin cesar el flanco derecho y él, con sus limitados movimientos, sorteaba como podía el más que probable asalto definitivo. Un estrepitoso golpe rompió el silencio de aquel combate, la última torre acababa de caer. Solo un par de movimientos más fueron necesarios para, finalmente, escuchar el eco de un lejano grito por todo el tablero: "¡Jaque Mate!"
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