Hembra está sentada junto al fuego, rodeada de cuatro atentos machos. Uno le lanza un conejo frente a las piernas cruzadas, cubriéndolas con una ola de polvo. Dos sopla, torpe, una flauta de cuerno de ciervo. Tres señala orgulloso un monigote con tetas pintado en la roca. Cuatro, el extraño llegado de lejos, delimita su propia cabeza con las manos, apunta a los otros con la barbilla mientras las separa y, mirando entre las piernas de ella, gruñe, ojos muy abiertos. Hembra suspira, se sacude el polvo y coge de la mano a Cuatro diciendo "Primero yo, después la especie".
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