Raquel coleccionaba recuerdos. Literalmente. Los envolvía cuidadosamente en pelos y señales y los colgaba contra la pared de un clavo, ordenados cronológicamente. Algunos se removían intranquilos por las noches, y aquellos que conseguían liberarse la buscaban por las habitaciones, desorientados, mezclándose los unos con los otros en un revoloteo loco, hasta encontrar acomodo en su sueño. Los que se resistían a abandonarla por la mañana provocaban pequeños cataclismos en la casa. Como cuando soñó el mar entrando a borbotones por Madrid. Raquel tuvo que mantener la estancia cerrada a cal y canto varios días: el salitre estaba estropeando los jazmines.
viernes, 11 de agosto de 2023
Cala Luna (Adsodemelk)
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