—¡Aaayyy, Pepe, qué sola me dejas! ¡Con lo que yo te quería! ¿Adónde te has ido, Pepe? —grita la desolada viuda mientras los operarios sellan el nicho.
—Tranquila, mujer —le dice una amiga, cogiéndola del brazo hasta la salida del camposanto—. Tenía el corazón muy débil y Dios quiso llevárselo sin que sufriera.., y que te dejara bien apañada.
—Sí. Eso es verdad… Pero nos gustaba tanto estar juntos y charlar tomando café. Ayer mismo, justo antes de que le diera el infarto y mientras yo fregaba bien las tazas, me dijo que lo había encontrado exquisito. ¡Aaayyy, Pepe!
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