Encendió la vela con cuidado de no quemarse. Cuando la llama comenzó a parpadear apartó la cerilla del pabilo y la estancia adquirió el ambiente cálido e íntimo que pretendía. Levantó la vista y por primera vez la miró a los ojos, en ellos se leía temor y ansiedad. Desvió la mirada hacia sus pálidas manos. Su dedo anular evidenciaba una marca que anteriormente había ocupado un anillo. Suspiró. Otro caso de mal de amores. No le gustaba jugar con los sentimientos de la gente, pero era su trabajo. Suavemente le tomó la mano derecha y se dispuso a leerla…
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