Jugarse la vida por entrar (María Sarmiento)

"Reservado el derecho de admisión", podía leerse en el rótulo luminoso que colgaba de una valla metálica coronada por una enredadera de amenazantes concertinas. Al otro lado, el perro seguía ladrando con extrema fiereza, sujetado no sin esfuerzo por uno de los porteros de seguridad.

– ¡Ni lo intentéis!, gritó su compañero llevándose la mano al cinto de la pistola.

Aquellos jóvenes miraban la escena con impotencia. A solo unos metros, la puerta de la exclusiva sala de fiestas. Salir por la noche con amigos se había convertido en una peligrosa actividad. Incluso, algunos habían muerto por no ser unas celebrities.