Temblor en las sienes al compás del corazón. Después ver a su maestro allí en el suelo escupiendo sangre en iguales intervalos de tiempo. Eso le condujo al abismo. Noventa pulsaciones por minuto. Después menos. Luego un postrero disparo y ya nada. Imposible encontrar la paz. Siguieron los latidos del corazón golpeándole las sienes. Noventa pulsaciones por minuto. Cinco soldados y el maestro del pueblo enfrente. Disparos. El sargento le dio el tiro de gracia y las pulsaciones cesaron. Como las suyas, cuando se despeñó por la barranca atormentado por aquel temblor permanente en las sienes y en la conciencia.
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