Darse una vuelta con ella es vivir la vida en toda plenitud. Sobre todo adoro llevarla a la feria. Mientras recorremos el camino parlotea nerviosa con una gran sonrisa incapaz de terminar una frase.
Le gusta oler el algodón de azúcar, jugar a pescar patos de plástico y contemplar los peluches de la tómbola. Apenas llega se baja de la silla y con pasos tambaleantes se acerca a los niños con los que juega y ríe. Lo malo siempre es el viaje de regreso, lo hace invariablemente callada y triste. Duele mirarla cuando sale a recogerla la enfermera del geriátrico.
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