Cierro los ojos y vuelvo al rincón del bosque donde pasé los mejores momentos de mi infancia. Huele a pureza, se escuchan las aves y el agua fluir. En la lengua, el sabor de piñones recién liberados de su cáscara. Con una piedra, al lado del río, bajo un cielo azul. Respirando tranquilamente, sin temer al futuro. Brincando siempre ligera, con los pies descalzos, ignorando en qué mundo vivía. Era libre, y ni eso sabía. Quiero olvidarlo todo y no puedo. Abrir los ojos y estar allí. Porque duele mucho. Y esa niña murió demasiado temprano. Así siento la soledad.
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