Confieso que abracé una diáspora de libros de autoayuda loados por gurús del optimismo estimulado de opinión por las propias editoriales, pero tras meditar sobre lo absurdo de su consumo habida cuenta de su ineficiencia para conmigo, acabe por escoger novelas eróticas y de acción, para paliar con palabras lo que me resultaba inaccesible por obras.
El tiempo me ha dotado de un sentido macabro del humor y tiendo, sin tragedias, sin incurrir en provocar la compasión ajena, a fustigarme emocionalmente. Acabo de leer "Plena libertad de movimientos".
Ñoñeces, a mis treinta y uno, con tetraplejia desde los veintidós, ninguna.
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