La tenue luz anaranjada se filtraba por las cortinas de algodón, por debajo de la puerta, por todos los poros de mi cuerpo, y una extraña sensación me precipitó a la entrada a sabiendas de que aquellos papeles repletos de tinta tirados sobre la alfombra no tenían más valor que el que yo quisiera darles. Y por muy extraño que pareciese, aquella casa destartalada volvía a ser un hogar, y me sentía rejuvenecido contemplando la línea del horizonte que crecía ante mí como si fuese el primer resplandor de un cielo que había olvidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.