Un solo deseo
Lali aspira el aroma a vida de una campanilla. También a un ser diminuto. Este entra en su nariz.
—¡Qué oscurito!
—¡ACHÍSSS! —Lali estornuda.
El ser sale despedido entre una nube de polen y chispas de luz.
—¡Soy tu hadita! Pide tu deseo.
—¡ALUCINAAANTE! Pero otros peques lo necesitan más. Yo soy feliz.
—¡Cuenta, cuenta!
—Mis compis juegan conmigo poniendo chinchetas en mi silla o escondiendo mi fruta.
El hada crece de tamaño. Abraza a Lali. Ella siente, nuevamente, el cosquilleo de la barba de su papá.
—Siento haberme ido temprano. No es un juego. Es bullying. No estás sola.
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