Sofía nunca había creído en el Ratoncito Pérez. ¿Cómo iba a existir un animal así? Su abuela siempre le había asegurado que reunía los dientes de todos los niños y niñas del mundo. A cambio dejaba unas monedas bajo sus almohadas. Sofía se reía.
—Pero, abuelita, es imposible. ¿Dónde guarda todos esos dientes?
—En un almacén, bajo tierra.
—¿Y por qué nadie lo ha descubierto?
—Porque es secreto. El Ratoncito Pérez sabe ocultar su guarida.
Sofía seguía sin creerlo.
Hasta que murió su abuela. Ese día vio un ratón triste junto a la tumba. Fue entonces cuando empezó a creer.
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