Saboreaba el perfume a talco de la tiza blanda, su sonido rugoso deslizándose sobre el azul sin nubes del encerado, el tacto dócil de sus dedos blanquecinos y ensortijados... Explicaba de espaldas a los alumnos mientras desarrollaba endiabladas fórmulas repletas de integrales inescrutables.
Luego se volvía emocionada buscando a su madre, que la hizo amar desmedidamente las Matemáticas y lloró turbada durante la defensa de su tesis, comprobando que podía comprenderla aun siendo una sencilla ama de casa a la que nunca habían permitido estudiar…, y se relajaba por completo cuando reconocía su moño intachable sobresaliendo entre sus otros estudiantes.
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