Buscar el andén.
Andar, caminar, correr, coger el tren al filo del último segundo.
Asomarse al vagón y observar el mundo por dentro. Sorprenderse con una mirada que te acoge, una sonrisa que te abre paso en el asiento.
Temblar con el pulso acelerado y ver cómo te buscan los paisajes mientras distingues el reflejo de su rostro en la ventanilla. Mirarla de reojo. Leer en libro ajeno. Poner una excusa. Esforzarte para encontrar la cercanía imprescindible con la palabra que pretendes.
Y descubrir de pronto, al llegar a la estación, que esa mujer ya forma parte de tu vida.
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