Su vida siempre fue un continuo silencio. No pudo ir más allá de imaginarse cómo sería una sinfonía o un aria, la voz de Bruce Springsteen, Madonna o la de Joaquín Sabina. En muchas ocasiones miró intentando que la visión fuera el traductor de la voz de Plácido Domingo, Diana Damrau, intepretando "Reina de la Noche" o la de Anna Netrebko.
A su muerte, le dio exactamente igual el minuto de silencio que guardaron sus amigos.
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